jueves, 8 de octubre de 2015

Azul, blanco, azul, blanco...

Azul, blanco, azul, blanco…




Uno detrás de otro, en fila india, siguiendo la misma jerarquía que un avión que espera paciente para despegar en la pista de aterrizaje, o utilizando una metáfora menos agradable pero más actual, que migrantes pululando por fronteras europeas a la espera de que a los líderes de la gran Europa se les encienda la luz de la solidaridad, por lo menos para paliar el dolor físico y moral que estar a la espera de refugio inflige.
El caso es que siguiendo el mismo patrón se disponen también los azulejos (en estricto régimen dictatorial de cromas blanco y azul en alternancia) de las proliferantes piscinas climatizadas, ya sean olímpicas o semi-olímpicas.
Ya no basta con tener que soportar la mejorable técnica del bañista con atuendo de atleta que, con la llegada del buen tiempo, carga a sus espaldas una red repleta de utensilios como aletas, gorro o gafas para sumergirse en dichas piscinas donde un sumiso “vigilante”, azul o blanco, se convierte en la principal y casi única “distracción” de aquel que practica el deporte.
Con la propagación de gimnasios, que cada vez se asemejan más a centros comerciales con sus cafeterías sus tiendas de ropa y utensilios deportivos último modelo, también ha florecido la moda de las piscinas climatizadas, como la de la imagen, donde el nadador (ahora invisible), una vez traspasado el umbral que separa vestuario-piscina, se convierte en todo un atleta, con mente y autoestima de tal. ¿Se acuerdan de aquel humo mágico que invadía nuestras pantallas viendo el programa Menudas Estrellas? Pues estos nuevos gym parecen haberlo importado transformando simples bañistas en Phelps en creciente clonación.
¿ Y cómo se comporta el bañista? El nuevo espécimen echa una mirada transversal en la que estudia el estado del agua, la temperatura, la cantidad de “sirenos” y la calle que mejor se adapta a su entrenamiento de élite (algunos no pasan de los 10 minutos). A continuación se ajusta el bañador, se coloca las gafas y aprieta fuerte el reloj-cronómetro/marca-calorías/cuenta-brazadas, y finalmente –y pasado el cuarto de hora de preparación- se sumerge finalmente en el agua dónde en cada patada intenta seducir al exhausto azulejo bicolor, que cansado de la clonación de Phelps, y por no darle más bola al sobrealimentado ego del nadador-de-climatizadas (bañista amateur provisto de tecnología punta) ni se molesta en dar signos de vida. ¡Maldita tendencia moderna de tener que impresionar hasta a lo inerte!

Quizás tenga poco que ver, pero el dinero es dinero y las prioridades mandan. El caso es que la propagación de bañistas se superpone en el tiempo a la propagación de miles de sirios, afganos, nigerianos o congoleses asomando sus cabezas entre el alambre de espino en los consistorios de Europa. Ellos, aún algo más vivos que un azulejo, no entenderían como el dinero para pagar marquesinas bicolores prolifera, mientras las camas y los bocadillos continúan aplazados en una jerarquía en la que queda más que claro quién manda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario