sábado, 17 de octubre de 2015

"Hakuna Noma"



En la foto vemos a Edna Kiplagat, 34 años entonces, 1,62 de altura y 50 kg, sujetando tímidamente una bandera de su país, Kenia, también tímidamente entreabierta. Sin embargo el protagonismo se lo lleva su mano izquierda y desde luego su sonrisa. Con la primera, Edna se comunica con el mundo, a través de los titulares de prensa y los medios de comunicación diciendo que ha vencido, que lo ha conseguido, que ha ganado el oro en la maratón de los juegos de Moscú en 2013 ¡hakuna noma!, pues. ("ningún problema" en keniano)

Alzando los dedos y matizando la imagen con una gran sonrisa Edna muestra con sus dedos el símbolo de la victoria. El mismo que usaron Churchill o Eisenhower, con matices más bélicos, o lo que es lo mismo menos deportivos. Un símbolo que, con otra acepción, también correspondió al "love and peace" de la contrarreforma americana de los sesenta, Sin embargo, su origen proviene ni más ni menos de la Edad Media, cuando de vuelta a los orígenes de nuestra sociedad actual, es decir la guerra, los arqueros ingleses mostraban así que habían vencido, y que con dichas extremidades habían sabido tensar sus cuerdas justo hasta el punto necesario para vencer al contrario sin romper sus arcos. 

Exactamente el mismo procedimiento, aunque en su cara más pacifista aunque no menos competitiva, es el que siguen atletas como Edna Kiplagat u otros atletas kenianos que entrenan en Iten, una pequeña localidad al oeste de Kenia a unos 2500 sobre el valle del Rif, que con un terreno especialmente irregular y una altura más que considerable, se ha convertido en una siembra de maratonianos "importados" a Europa para ganar carreras, ganar dinero y, sobre todo, hacer ganar dinero a sus patrocinadores. En Iten, se da por sentado que todos sus atletas poseen esas fibras ectomorfas, lentas, que hacen más fácil un esfuerzo continuado del músculo, por lo que en un pueblo donde hay unos 600 atletas profesionales buscando su oportunidad no se trata de poseer capacidades sobrenaturales, sino de encontrar el modo o la persona que tenga la habilidad de hacer tensar los músculos, de las piernas y de la cabeza, justo hasta el punto que den la victoria y que derroten al contrario resultando ilesos en el proceso. Justo como aquellos ingleses del medievo hacían con sus cuerdas. 

He leído mucho sobre "el negocio del atleta", algo que no puedo poner en duda en un país como España donde, salvando excepciones, los atletas tienen dos caras, a lo Dr Jekyll & Mr Hyde, un día son dioses y al siguiente parecen presentar una discapacidad para poder desarrollar su vida fuera del podium, algo que muy lejos de ser culpa suya es un fracaso del sistema, que no deja de crear efímeros y falsos éxitos, que encima suponen mucho esfuerzo a la víctima. 

Sin embargo, el caso de Edna es totalmente diferente. No me atrevo a criticar los procedimientos por los que Edna, y otros corredores kenianos como Dennis Kismetto, Douglas Wakiihuri o Luke Kibet han llegado hasta la victoria. No se si hablar de explotación u oportunidad, de suerte o desgracia, de si vale la pena o es más bien penoso el esfuerzo que vale, pero en la ambigüedad del negocio keniano todavía no he encontrado ningún elemento en claro que lo deslegitime. Leyendo sobre el tema he leído adjetivos como "marionetas", "peones", o "décimos de lotería premiados" para referirse a estos atletas a los que se les impone una vida de entrenamiento constante desde bien jóvenes. Sin embargo, las críticas deben ser pragmáticas y criticar el estilo de vida africano desde Europa cuando nos acabamos de comer un filete al roquefort puede ser bastante frívolo. Mirando la mano derecha de Edna imagino las tierras a los que simboliza esa bandera verde, roja, negra y blanca, y me sitúo en Iten, donde el atleta busca su oportunidad corriendo entre cabras y con deportivos rotos, que al menos son más frecuentes que los platos de comida. Correr, es en Kenia un estilo de vida, no es un fin, es un medio de la vida diaria de sus gentes. Diría que tan natural como comer, pero ya quisieran muchos kenianos. Digamos que el "negocio" consiste en dar una oportunidad profesional a esas capacidades. No es que se les imponga, es que en Iten o eres atleta profesional o sigues siendo pobre, así que esta oportunidad es una panacea para muchos kenianos, una salida, un puntos de partida para contar con lo básico, algo que muchos europeos ya nos viene "de serie" .

¿Por qué no cantar victoria?, imagínense ganar 6000 euros cuando se esta acostumbrado a vivir con un euro al día. Para Edna esto significa poder hacer de su vida cotidiana su profesión, significa que su familia podrá naturalizar el ritual de la comida, y que las gentes de Kenia tendrán esperanza en su porvenir con la oportunidad del atletismo, que hoy en día no sustituye a cualquier otra. Miro la foto de nuevo y ahora miro su sonrisa iluminando una piel nocturna. Edna Kiplagat muestra al mundo que, ya no hay ningún problema. ¡Hakuna Noma!

No hay comentarios:

Publicar un comentario