viernes, 29 de enero de 2016

Aprender a Versionarse


Nos guste o no, somos versiones de nosotros mismos, como James Dean en el collage de Warhol eso es lo que somos. Funcionamos por temporadas y cada día que despegamos la oreja de la almohada estrenamos capítulo. Unas series duran más, otras menos, pero al final aquellas que tienen éxito son las que se atreven, las que se adaptan, las que transigen y se modelan según su entorno, su carácter y el paso del tiempo. Eso sí, nunca llegan a perder su esencia, y por eso atraen, por comportarse como versiones de ellas mismas sin miedo a perder su forma original. 
Las contradicciones cuestan de asumir, pero nos enriquecen, y además ¿quién se salva de ellas? Nos molesta de los demás lo que nos define, y por eso estamos tan obsesionados por la claridad, por el blanco o el negro. El gris molesta, y por eso lo asociamos a lo triste, a la oscuridad, y todo por un desconocimiento sobre su composición.  Es un color difícil de combinar, de categorizar y por tanto nos sentimos más seguros en nuestra zona de confort . Esta es la verdad y punto, ésta es mi canción preferida, pues yo soy cristiano y eso no es así. Volvemos a la tendencia de la que parecía el siglo 21 se había despegado, es decir la generación del Barça o el Madrid o la Pepsi o la Coca Cola, el PSOE o el PP (o al menos de izquierdas o derechas), y valoramos nuestro entorno según lo real o imaginario, lo correcto o lo incorrecto, la verdad o la mentira. Parece que las medias tintas no forjan personalidad, pero no es así.

El filósofo Roland Barthes concede el título de autor (ya sea de libro, pintura o cine) al intérprete que, según su cultura, ideología, creencia o filosofía personal, diseña su propia interpretación del texto y por eso es autor, por subjetivo, por original y diferente. El postestructuralismo ya avanzaba una vuelta a la hegemonía del pensamiento por culpa del terrorismo y otros extremismos que conducen a un pensamiento único, monolítico y fundado en la unión contra el miedo.
Poco hemos avanzado, o mucho hemos retrocedido cuando las religiones siguen buscando una única verdad y cuando sus fieles siguen matando por ello. Siento que no hemos entendido que estamos condenados y, casi diría afortunadamente condenados, a ser diferentes, a pensar de manera opuesta y que estas contradicciones permitan avanzar cuando alguien nos planta en la cara nuestro error, solo nos queda callar y cambiar de opinión, pero funciona. Nos curtimos de nuestros errores e imprecisiones, crecemos al superar la vergüenza y relacionarnos y nos sentimos llenos cuando llegamos a un acuerdo, pero para eso hay que saber ceder.
Uno tiene que querer y luego aprender a transigir, a flexibilizar. La búsqueda de una y única identidad personal ha hecho mucho daño. ¿Qué más da quién seamos? Somos versiones de nosotros mismos y mientras respetemos a los demás y nuestros actos no causen daño (a poder ser ni propio ni ajeno) debemos vernos como caleidoscopios, es decir, como fragmentos o capítulos de nosotros mismos, como un collage hecho de pedazos de acontecimientos, historias, culturas, gente que nos rodea, pero no busquemos una verdad porque no la hay, y aceptando eso, ya seremos más felices.

A mi me gusta leer la prensa, y me encanta vivir en la era de internet, no me considero de derechas pero me gustan los toros. Disfruto leyendo historias de crímenes y me divierte escribir historias para niños. Me gustan las interrupciones, los imprevistos y las discusiones cuando veo un debate político y, sin embargo, me pongo muy nerviosa cuando me surge un imprevisto en la vida diaria. Eso sí, ninguna de estas contradicciones me hace dudar de mi personalidad porque estoy hecha de ellas, esa soy yo y no soy más vulnerable por ello. A veces somos más Jekyll y otras mas Mr Hyde y no entiendo porqué el lector se empeña en descubrir cuál es el verdadero, está claro, todos somos Jekylls pero también Mr Hydes.
Creo que todos sabemos lo que somos en realidad pero preferimos culpar al otro de nuestros propios defectos porque los tememos, nos da miedo que no encajen. Tolstoi decía que todo el mundo intenta cambiar el mundo pero nadie se atreve a cambiarse a sí mismo y Sartre, fue considerado de “absurdo” por afirmar que “el infierno son los otros”, pero ninguno iba desencaminado. Sólo tendremos que dejar de protegernos de nosotros mismos cuando nos mostremos como capítulos, como seres vulnerables y cambiantes que se alimentan de flexibilidad y transigencia y que asumen que cada temporada es diferente a la anterior
Saber vivir es saber "versionarse" y, si escribo ésto, es porque yo también tengo que aprender esta lección, pero darse cuenta ya es un capítulo más, o un capítulo menos, según la percepción.


martes, 12 de enero de 2016

Elipsis Existencial: la desaparición de Agatha Christie


En ocasiones la mente nos confunde, otras forzamos su “confusión”, y otras veces, aún en plenas facultades, simplemente nos hacemos los suecos y dejamos la cuestión a gusto del consumidor, o en este caso, a libre interpretación del ciudadano.
Hoy, viendo las noticias, de nuevo me siento en el Día de la Marmota. Acontecimientos diferentes pero con protagonistas que repiten titulares. Niños famélicos, golpes de estado, bombardeos y ataques a civiles que dejaron de llamar la atención dada su asiduidad. Pero ya no alarmante sino degradante, es pensar que el ser humano es causante del 99% de dichas atrocidades que causan un una certidumbre de tragedia inminente. Y es que con la mundialización, también se globaliza el sufrimiento.
El caso es que anoche, escuchando a Nieves Concostrina en un podcast de Pretérito Imperfecto, ( programa de RNE que recomiendo si quieren aprender y pasar un rato divertido escuchando historias de muertos que la liaron parda) me asombró el misterio sobre la desaparición de Agatha Christie, de la propia autora quiero decir,  no de uno de sus personajes. Los acontecimientos ocurrieron en Diciembre de 1926 cuando la escritora desapareció diez días sin dejar huella ni testimonio de su paradero. La historia es larga, pero el final feliz. Christie, fue hallada en un lujosos hotel spa al norte de Inglaterra, sola, y  creyendo ser ( no haciéndose pasar por sino creyendo ser) Teresa Neele (apellido de la amante de su marido y criada de la casa familiar). Pero lo más impactante es que, renegando de su identidad, la mente de Christie creó y llevo a cabo su propia trama con la propia escritora como protagonista. Una realidad ensombrecida por la muerte de su madre y las sospechas de engaño de su marido necesitaron de una fantasía que sirviera de expectorante de la agonía vital.
Muchos escritores y artistas en general, defienden que la vida es arte. No se trata de que se amen y se odien, o de que estén destinados a comprenderse sino que son dos caras de una misma moneda. También he escuchado a veces, que estar loco no es perder el juicio, sino todo lo demás excepto el juicio precisamente, y ciertamente, así le ocurrió a la escritora inglesa quien “perdiendo” un rato el juicio ganó no perder todo lo demás. Al final, haciendo puente entre el podcast de RNE y el telediario de hoy protagonizado por la población siria de Madaya y el atentado al oeste de Turquía, me doy cuenta de cuan útil sería legitimar ciertos “momentos desagüe”, que desatanquen pesadumbres y desconsuelos. Quizás la sociedad necesite un purgatorio donde reflexionar y poder volver a nosotros habiéndonos percibido desde fuera, como ajenos, como Teresa Neele a Agatha Christie. Esa purga de pasiones quizás permitiría evitar coger las armas y matar a niños en las escuelas, o permitiría a ciertos mandatarios humanizarse frente a una población que come papel para “nutrirse” o daría tiempo para crear discursos y construir diálogo en respuesta a las desavenencias. Al fin y al cabo, todo proviene de un muro mental falto de empatía que podemos derribar, como hizo la escritora en su momento.

Agatha Christie lo consiguió en esa extraña introducción en una ficción que resultó no ser tal. Finalmente, admitió haber fingido una amnesia como coartada para evitar la locura real a la que le conducía su vida, o su entorno. Cuando Christie volvió a su rutina después de los diez días de elipsis, había cargado fuerzas para volver a empezar, para olvidar el odio, para tomar decisiones. Qué necesario sería legitimar el arte como vida en ocasiones y permitir la locura, si ésta nos curase de una realidad demasiado inverosímil. Sin duda, su mejor obra fue la única que no se publicó, la de su no-existencia.

Pretérito Imperfecto con Nieves Concostrina http://cadenaser.com/autor/nieves_concostrina/a/

viernes, 1 de enero de 2016

And the Winner Is... ¡Refugiado!



A un día de acabar el 2015, no solo ponemos fin al año sino a una de sus mayores incógnitas lejos de si Benzema será o no judicialmente sancionado o si Ramoncín vestirá de capa y pajarita para dar la bienvenida al 2016. El fin de año mediático nos desvela también “la palabra del año”.
La Fundéu, o Fundación del Español Urgente, organismo que asesorado por la RAE se encarga del buen uso del idioma principalmente en los medios de comunicación, tropieza con una frivolidad involuntaria cuando se trata de anunciar, como si de una gala de los Oscar se tratara, la palabra “vencedora” del año.
Los peques de la foto evidencian la complejidad del asunto con un toque de inocencia. Apretándose las manos y con gesto de posado fotográfico pero inmerso en su realidad más trágica, parecen escuchar el resonar de tambores que antecede una entrega de los Grammy, o la entrega del premio “actor revelación” o  la salida de los leones en el circo. ¡Trrrrrrrrr! —¡Refugiado!. Sí, es la palabra y la pesadilla del año, o más bien, de hace años.
Muchas veces el periodismo libera sus efectos secundarios negando la percepción de la realidad con el sobre uso de su jerga. Esto ha ocurrido con la palabra ganadora, que de tanto escuchar “refugiado”, ya no sabemos ni a lo que nos referimos. Pensándolo mejor, sí, podríamos enmarcar a los pequeños dentro de un circo donde, al azar, son sometidos a merced de tigres, leones, aguas heladas, verjas con pinchos o hambre. Los tres peques que posan en la foto arriesgan convertirse en cifra, en carne de león hambriento cuando la comunicación cae, sin pretenderlo, en un show mediático.