Hoy, caminando
hacia la universidad, aquí en Francia donde vivo por el momento, me encontré
con este paraje. Hace unos días decidí cambiar de ruta y sacrificar cinco
minutos de sueño para hacer mi camino
por medio de un parque, evitando así las calles más directas, pero más sosas al
tiempo. Desde luego valió la pena. Qué belleza las hojas, que de color tostado
y doradas en su punto alimentan el suelo y acompañan al paseante recordándole el
rico ecosistema que lo envuelve y lo protege. Aunque algunas obstaculicen
nuestro camino, bien valen cinco minutos de más con el fin de sentir el “crack”
de tales traviesas.
Algunas se
pasean elegantes, otras se rebozan en el césped cual niños en el parque, otras
parecen resistirse a cesar su diversión y escapan de sus madres, de la máquina
que intenta abrir camino, corriendo hacia los otros niños, u otras hojas en
este caso. Qué bello el otoño, con las ardillas saltando entre árboles que
sufren de alopecia y dejan entrever sus ramas delgadas y tímidas. Si embargo,
cuando atravesaba el parque también escuchaba mi Ipod, concretamente, las
noticias y en francés, para hacer oído.
Vaya paradoja
la del destino. A menudo me pregunto si no será éste una especie de Gran
Hermano que nos vigila o de Joker resentido. El caso es que el podcast relataba
cómo el pasado Domingo, 1 de Enero y día de los difuntos, al menos quince
personas morían por un nuevo naufragio en la isla griega de Samos en el Mar
Egeo.
Bien vale la
broma, o la casualidad, una reflexión. De pronto la meditación sobre el árbol
que pierde su cabellera adquiere un carácter humanitario. Al fin y al cabo, es
imperativo natural que esas hojas bailen en el suelo y que sea el viento quien
las alborote o la lluvia quien las oscurezca, pero no es ley natural que cinco
mujeres, dos niños o cuatro bebes caigan al agua y sean objetivo de la marea.
Lo segundo se podría haber evitado.
Entonces comprendo que el otoño sea la estación que acoja el día de Todos los Santos y también Halloween y todos estos días que parecen un escenario perfecto para la crisis humanitaria que quiebra en la actualidad la dignidad humana. Y yo, que el sábado me disfracé buscando un bar lúgubre con un ambiente mortuorio. Sólo tenía que esperar al día siguiente. Esperemos que sea la primavera cuando el mundo rejuvenezca como esas ramas que, recuperando el carácter, fabrican sus hojas de nuevo. Eso sí, las vidas perdidas ya nadie nos las devuelve, ellas eras como esas hojas que un día bailaban en el parque.
Entonces comprendo que el otoño sea la estación que acoja el día de Todos los Santos y también Halloween y todos estos días que parecen un escenario perfecto para la crisis humanitaria que quiebra en la actualidad la dignidad humana. Y yo, que el sábado me disfracé buscando un bar lúgubre con un ambiente mortuorio. Sólo tenía que esperar al día siguiente. Esperemos que sea la primavera cuando el mundo rejuvenezca como esas ramas que, recuperando el carácter, fabrican sus hojas de nuevo. Eso sí, las vidas perdidas ya nadie nos las devuelve, ellas eras como esas hojas que un día bailaban en el parque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario