lunes, 2 de noviembre de 2015

Un Día de Otoño Bailaban en el Parque



Hoy, caminando hacia la universidad, aquí en Francia donde vivo por el momento, me encontré con este paraje. Hace unos días decidí cambiar de ruta y sacrificar cinco minutos de sueño para  hacer mi camino por medio de un parque, evitando así las calles más directas, pero más sosas al tiempo. Desde luego valió la pena. Qué belleza las hojas, que de color tostado y doradas en su punto alimentan el suelo y acompañan al paseante recordándole el rico ecosistema que lo envuelve y lo protege. Aunque algunas obstaculicen nuestro camino, bien valen cinco minutos de más con el fin de sentir el “crack” de tales traviesas.
Algunas se pasean elegantes, otras se rebozan en el césped cual niños en el parque, otras parecen resistirse a cesar su diversión y escapan de sus madres, de la máquina que intenta abrir camino, corriendo hacia los otros niños, u otras hojas en este caso. Qué bello el otoño, con las ardillas saltando entre árboles que sufren de alopecia y dejan entrever sus ramas delgadas y tímidas. Si embargo, cuando atravesaba el parque también escuchaba mi Ipod, concretamente, las noticias y en francés, para hacer oído.
Vaya paradoja la del destino. A menudo me pregunto si no será éste una especie de Gran Hermano que nos vigila o de Joker resentido. El caso es que el podcast relataba cómo el pasado Domingo, 1 de Enero y día de los difuntos, al menos quince personas morían por un nuevo naufragio en la isla griega de Samos en el Mar Egeo.
Bien vale la broma, o la casualidad, una reflexión. De pronto la meditación sobre el árbol que pierde su cabellera adquiere un carácter humanitario. Al fin y al cabo, es imperativo natural que esas hojas bailen en el suelo y que sea el viento quien las alborote o la lluvia quien las oscurezca, pero no es ley natural que cinco mujeres, dos niños o cuatro bebes caigan al agua y sean objetivo de la marea. Lo segundo se podría haber evitado.
Entonces comprendo que el otoño sea la estación que acoja el día de Todos los Santos y también Halloween y todos estos días que parecen un escenario perfecto para la crisis humanitaria que quiebra en la actualidad la dignidad humana. Y yo, que el sábado me disfracé buscando un bar lúgubre con un ambiente mortuorio. Sólo tenía que esperar al día siguiente. Esperemos que sea la primavera cuando el mundo rejuvenezca como esas ramas que, recuperando el carácter, fabrican sus hojas de nuevo. Eso sí, las vidas perdidas ya nadie nos las devuelve, ellas eras como esas hojas que un día bailaban en el parque.

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