Nos guste o no,
somos versiones de nosotros mismos, como James Dean en el collage de Warhol eso es lo que somos. Funcionamos por
temporadas y cada día que despegamos la oreja de la almohada estrenamos
capítulo. Unas series duran más, otras menos, pero al final aquellas que tienen
éxito son las que se atreven, las que se adaptan, las que transigen y se
modelan según su entorno, su carácter y el paso del tiempo. Eso sí, nunca
llegan a perder su esencia, y por eso atraen, por comportarse como versiones de
ellas mismas sin miedo a perder su forma original.
Las
contradicciones cuestan de asumir, pero nos enriquecen, y además ¿quién se
salva de ellas? Nos molesta de los demás lo que nos define, y por eso estamos
tan obsesionados por la claridad, por el blanco o el negro. El gris molesta, y
por eso lo asociamos a lo triste, a la oscuridad, y todo por un desconocimiento sobre su
composición. Es un color difícil de
combinar, de categorizar y por tanto nos sentimos más seguros en nuestra zona
de confort . Esta es la verdad y punto, ésta es mi canción preferida, pues yo soy
cristiano y eso no es así. Volvemos a la tendencia de la que parecía el siglo 21 se había
despegado, es decir la generación del Barça o el Madrid o la Pepsi o la Coca
Cola, el PSOE o el PP (o al menos de izquierdas o derechas), y valoramos
nuestro entorno según lo real o imaginario, lo correcto o lo incorrecto, la
verdad o la mentira. Parece que las medias tintas no forjan personalidad, pero
no es así.
El filósofo Roland
Barthes concede el título de autor (ya sea de libro, pintura o cine) al
intérprete que, según su cultura, ideología, creencia o filosofía personal, diseña
su propia interpretación del texto y por eso es autor, por subjetivo, por
original y diferente. El postestructuralismo ya avanzaba una vuelta a la
hegemonía del pensamiento por culpa del terrorismo y otros extremismos que conducen
a un pensamiento único, monolítico y fundado en la unión contra el miedo.
Poco hemos
avanzado, o mucho hemos retrocedido cuando las religiones siguen buscando una
única verdad y cuando sus fieles siguen matando por ello. Siento que no hemos
entendido que estamos condenados y, casi diría afortunadamente condenados, a
ser diferentes, a pensar de manera opuesta y que estas contradicciones permitan
avanzar cuando alguien nos planta en la cara nuestro error, solo nos queda
callar y cambiar de opinión, pero funciona. Nos curtimos de nuestros errores e
imprecisiones, crecemos al superar la vergüenza y relacionarnos y nos sentimos
llenos cuando llegamos a un acuerdo, pero para eso hay que saber ceder.
Uno tiene que
querer y luego aprender a transigir, a flexibilizar. La búsqueda de una y única
identidad personal ha hecho mucho daño. ¿Qué más da quién seamos? Somos
versiones de nosotros mismos y mientras respetemos a los demás y nuestros actos
no causen daño (a poder ser ni propio ni ajeno) debemos vernos como
caleidoscopios, es decir, como fragmentos o capítulos de nosotros mismos, como
un collage hecho de pedazos de acontecimientos, historias, culturas, gente que
nos rodea, pero no busquemos una verdad porque no la hay, y aceptando eso, ya
seremos más felices.
A mi me gusta
leer la prensa, y me encanta vivir en la era de internet, no me considero de
derechas pero me gustan los toros. Disfruto leyendo historias de crímenes y me
divierte escribir historias para niños. Me gustan las interrupciones, los
imprevistos y las discusiones cuando veo un debate político y, sin embargo, me
pongo muy nerviosa cuando me surge un imprevisto en la vida diaria. Eso sí,
ninguna de estas contradicciones me hace dudar de mi personalidad porque estoy
hecha de ellas, esa soy yo y no soy más vulnerable por ello. A veces somos más Jekyll y otras mas Mr Hyde y no entiendo porqué el lector se empeña en descubrir cuál es el
verdadero, está claro, todos somos Jekylls pero también Mr Hydes.
Creo que todos
sabemos lo que somos en realidad pero preferimos culpar al otro de nuestros
propios defectos porque los tememos, nos da miedo que no encajen. Tolstoi decía
que todo el mundo intenta cambiar el mundo pero nadie se atreve a cambiarse a
sí mismo y Sartre, fue considerado de “absurdo” por afirmar que “el infierno son
los otros”, pero ninguno iba desencaminado. Sólo tendremos que dejar de
protegernos de nosotros mismos cuando nos mostremos como capítulos, como seres
vulnerables y cambiantes que se alimentan de flexibilidad y transigencia y que
asumen que cada temporada es diferente a la anterior
Saber vivir es saber "versionarse" y, si escribo ésto, es porque yo también tengo que aprender esta
lección, pero darse cuenta ya es un capítulo más, o un capítulo menos, según la percepción.
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