A un día de
acabar el 2015, no solo ponemos fin al año sino a una de sus mayores incógnitas
lejos de si Benzema será o no judicialmente sancionado o si Ramoncín vestirá de
capa y pajarita para dar la bienvenida al 2016. El fin de año mediático nos
desvela también “la palabra del año”.
La Fundéu, o
Fundación del Español Urgente, organismo que asesorado por la RAE se encarga
del buen uso del idioma principalmente en los medios de comunicación, tropieza
con una frivolidad involuntaria cuando se trata de anunciar, como si de una
gala de los Oscar se tratara, la palabra
“vencedora” del año.
Los peques de
la foto evidencian la complejidad del asunto con un toque de inocencia. Apretándose
las manos y con gesto de posado fotográfico pero inmerso en su realidad más
trágica, parecen escuchar el resonar de tambores que antecede una entrega de
los Grammy, o la entrega del premio “actor revelación” o la salida de los leones en el circo.
¡Trrrrrrrrr! —¡Refugiado!. Sí, es la palabra y la pesadilla del año, o más
bien, de hace años.
Muchas veces el
periodismo libera sus efectos secundarios negando la percepción de la realidad
con el sobre uso de su jerga. Esto ha ocurrido con la palabra ganadora, que de
tanto escuchar “refugiado”, ya no sabemos ni a lo que nos referimos. Pensándolo
mejor, sí, podríamos enmarcar a los pequeños dentro de un circo donde, al azar,
son sometidos a merced de tigres, leones, aguas heladas, verjas con pinchos o
hambre. Los tres peques que posan en la foto arriesgan convertirse en cifra, en
carne de león hambriento cuando la comunicación cae, sin pretenderlo, en un show mediático.
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